La jefa de la diplomacia de la UE busca en EE UU encauzar la tensa relación bilateral

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  • Comercio, terrorismo y cambio climático, entre los temas que abordará Mogherini en su visita a EE UU, durante la que no está prevista que sea recibida por el presidente norteamericano

Lucía Abellán. Bruselas 9 FEB 2017 - 17:05 CET

Estados Unidos es el principal aliado de la Unión Europea en el mundo. Las relaciones comerciales, la cooperación antiterrorista, los grandes acuerdos internacionales y, en última instancia, la cercanía cultural en aspectos clave respaldan esa afirmación. La llegada de Donald Trump a la presidencia del Gobierno estadounidense ha desconcertado a las autoridades europeas, que este jueves hacen su primer intento de tender puentes con la Administración Trump.

La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, se reúne esta tarde con el secretario de Estado, Rex Tillerson, con el asesor de Seguridad del presidente, Michael Flynn, así como con el asesor especial —y yerno de Trump—, Jared Kushner. También se citará con destacados senadores del país como John McCain (un republicano crítico con las propuestas de Trump). Estos son los principales vínculos transatlánticos, potencialmente amenazados por las nuevas políticas estadounidenses. La mayoría formarán parte de las discusiones que Mogherini mantendrá estos días en Washington, según fuentes comunitarias:

Comercio. Estados Unidos y la UE representan la mitad de la riqueza económica mundial y aportan un tercio de los intercambios comerciales. Europa es la región del mundo que más exporta a Estados Unidos, por delante de China (en el caso europeo es al revés: China ocupa la primera posición y Estados Unidos, la segunda). También es favorable a la UE la balanza de servicios (es decir, hay más actividad de empresas europeas que prestan servicios en Estados Unidos que al contrario). Con un presidente resuelto a reducir los desequilibrios comerciales con otros socios, Europa tiene mucho que perder si se consuman las políticas más proteccionistas. Por el momento, el tratado comercial y de servicios que han negociado Bruselas y Washington durante los últimos siete años —sin llegar a concluirlo— se da prácticamente por enterrado.

Seguridad y antiterrorismo. Europa y Estados Unidos han cooperado estrechamente en esta área tan sensible. Un ejemplo claro es el nuevo ámbito de trabajo conjunto iniciado en la OTAN, que durante años ha vivido de espaldas a la UE pese a compartir 22 de sus 28 socios. La voluntad del Gobierno de Barack Obama permitió superar recelos y firmar, a finales de 2016, un plan conjunto entre ambos bloques. La lucha contra los ciberataques, que inquietan a ambos lados del Atlántico, es una de las principales banderas de este nuevo marco. Bruselas también intercambia con Washington una gran cantidad de datos relativos a los ciudadanos europeos sospechosos de participar en el terrorismo yihadista (la lista de los llamados combatientes extranjeros).

Rusia y Ucrania. Las sanciones a Rusia han quedado en la retina europea como uno de los principales signos de su política exterior. Pese a las divergencias internas, la UE ha logrado mantener ese castigo diplomático a Moscú por su intervención en el conflicto ucranio desde hace más de dos años. Pero la adopción de esas medidas tuvo buena parte de inspiración estadounidense y el acercamiento —al menos verbal— que ha expresado Donald Trump hacia el presidente ruso, Vladímir Putin, siembran dudas sobre el futuro de esta acción concertada entre Bruselas y Washington. También el apoyo a Ucrania, país al que tanto el Fondo Monetario Internacional como la UE han inyectado grandes dosis de dinero para reformarse y aproximarse al entorno europeo.

Oriente Próximo. Es el elemento de mayor relevancia para Mogherini, que no por casualidad ha mantenido una conversación telefónica con el líder palestino Mahmud Abbas horas antes de celebrar las reuniones en Washington. La alta representante europea confía en trasladar al secretario de Estado el respaldo comunitario a la solución de los dos Estados (israelí y palestino) para poner fin al eterno conflicto. Pero los recientes anuncios israelíes de expandir los asentamientos y sobre todo la legalización que ha hecho esta semana el Gobierno de Benjamín Netanyahu de las colonias ilegales (construidas sin autorización) dificultan el entendimiento. Europa teme que la actitud más laxa hacia Netanyahu de Estados Unidos, que siempre ha liderado los intentos de entendimiento entre israelíes y palestinos, dé alas al Gobierno israelí y acentúe la violencia en la región. Menos claro resulta qué hará la nueva Administración con otros focos de inestabilidad como la guerra en Siria y las turbulencias en Libia.

Irán. La paz nuclear que Occidente firmó con Irán en julio de 2015, que abrió las puertas a desterrar el bloqueo que tanto Estados Unidos como Europa habían mantenido hacia ese país, es percibida con algo más que recelo por parte del nuevo equipo estadounidense. Ya en la anterior legislatura los republicanos se mostraron muy escépticos con el acuerdo forjado básicamente entre Washington y Teherán, y con Mogherini como mediadora fundamental. Bruselas defiende seguir estrechando lazos (económicos, políticos y de cooperación) con el régimen iraní, pero está por ver qué hará el nuevo Gobierno estadounidense.

Cambio climático. La lucha contra el calentamiento global, cristalizada en el acuerdo de París, se tambalea. Trump ya ha sugerido su intención de desvincularse de este pacto, sellado en 2015 para evitar que la temperatura del planeta suba más de dos grados a final de siglo. Sin el compromiso estadounidense, principal emisor de gases contaminantes del planeta junto con China, la viabilidad de este marco será dudosa. Bruselas intenta ya amortiguar estos riesgos estrechando lazos con China para arrancarle mayores compromisos.

FUENTE: El País.

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