El BCE abre la puerta a debatir el final del programa de compras de activos

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Mario Draghi, presidente del BCE, el lunes en Bruselas en una reunión del Eurogrupo. Geert Vanden Wijngaert AP

  • El euro y los tipos de interés de la deuda pública europea suben con fuerza en los mercados

"Quantitative easing": en román paladino, flexibilización cuantitativa (o QE, por sus siglas en inglés). Esas dos palabras mágicas explican buena parte de la respuesta de los bancos centrales a la Gran Recesión. Cuando peor estaba el huracán financiero y en medio de una sacudida formidable en los mercados de bonos, los responsables de política monetaria se sacaron de la chistera un bazuca y se pusieron a disparar: activaron compras multimillonarias de todo tipo de activos, incluida la deuda pública, y pusieron en marcha otras medidas extraordinarias como los tipos de interés negativos. Lo nunca visto. Estados Unidos hace tiempo que ha iniciado la retirada. Europa empieza a anunciar que está pensando también en dar un paso atrás: el economista jefe del BCE, Peter Praet, ha explicado hoy en Berlín que la recuperación de la eurozona y las señales de mejoría en la inflación obligan al Eurobanco a "evaluar si el progreso hasta el momento ha sido suficiente para justificar la retirada gradual de las compras". El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, ha calificado como "plausibles" las expectativas de una retirada de estímulos hacia final de año. Praet es un heterodoxo, una paloma, un partidario de usar los estímulos monetarios si es necesario. Weidmann es quizá el más ortodoxo, el más halcón de los banqueros centrales europeos: desde el principio estuvo en contra del QE. Esa nueva melodía a dúo de halcones y palomas ha bastado para que el euro suba esta mañana un 0,4%, hasta rozar los 1,18 dólares por unidad. Los tipos de interés de la deuda pública europea, anestesiados desde hace años por el QE, han dado también un salto importante. El mercado, en fin, reacciona a esas andanadas verbales, amparado por la recuperación de la zona euro y cierta subida de la inflación —que sigue muy lejos del objetivo del BCE—, y a pesar del susto que ha dado en las últimas semanas Italia con su Gobierno populista y sus mensajes de matizado euroescepticismo.

El BCE se reunirá el próximo jueves 14 de junio en Riga (Letonia), en lo que supondrá el estreno de Luis de Guindos como vicepresidente y la primera reunión de Pablo Hernández de Cos en su cargo como gobernador del Banco de España. La inflación del euro subió en mayo al 1,9%, más de medio punto de golpe, pese a que sin petróleo ni alimentos sigue solo ligeramente por encima del 1%. "Las señales que muestran la convergencia de la inflación hacia nuestra meta mejoran", ha dicho Praet, que ha subrayado "las presiones al alza de los salarios", algo que el Eurobanco venía pidiendo insistentemente. Fráncfort ha contribuido a revivir la economía y los precios con un QE en el que ha gastado 2,5 billones de euros, más de dos veces la riqueza que produce España en un año.

El programa de adquisiciones prevé 30.000 millones de euros mensuales hasta septiembre de 2018 "o más allá si es necesario", según la frase que ha acuñado Mario Draghi. Después de las declaraciones de Praet y Weidmann, está claro que el BCE se plantea si es o no necesario. Los analistas temen los efectos que pueda tener esa medida. La retirada es la más difícil de las operaciones, decía Clausewitz, y eso también vale para el mercado de bonos.

FUENTE: El País.

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