Grecia cede al ultimátum europeo y pedirá una ampliación del rescate

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El ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, y su homólogo español, Luis de Guindos. / Geert Vanden Wijngaert (AP)

  • Atenas solicitará este miércoles “un programa de crédito” de hasta seis meses
 
Claudi Pérez Bruselas 18 FEB 2015 - 00:45 CET

Grecia cede. Las presiones del Eurogrupo, los serios problemas de liquidez y las tensiones en su sistema financiero llevaron al Gobierno de Alexis Tsipras a anunciar este martes que solicitará el miércoles una ampliación del rescate de hasta seis meses, con una fórmula de compromiso para salvar los muebles en casa, según ha explicado a la televisión alemana el ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis. Tras un par de semanas de fuertes presiones, incluido un ultimátum del Eurogrupo, Varoufakis ha admitido que Atenas “necesita prolongar el programa de crédito” para negociar con más holgura un tercer rescate en toda regla. La partida, con todo, dista mtroiucho de quedar cerrada. Grecia enviará una carta al Eurogrupo con su oferta, y los socios del euro evaluarán si cumple lo suficiente las condiciones impuestas. Solo entonces, si la petición se acerca a las exigencias europeas, se convocará una reunión extraordinaria en la que se decidirán los detalles del acuerdo.

Fuentes del Gobierno griego han explicado que Atenas piensa en una ampliación que se distinga claramente del memorándum que ha gestionado la troika (Comisión Europea, FMI y BCE) en los últimos años. Atenas sigue siendo deliberadamente ambigua: debe contentar a los socios europeos, y a la vez tiene un claro mandato del electorado griego, que votó a Syriza con la promesa del fin de la austeridad, del fin de la troika y del fin del rescate. Varoufakis ha explicado que habrá “evidentemente”, “tres o cuatro condiciones”, que no ha especificado, pero el Eurogrupo habló alto y claro el pasado lunes: los socios europeos están dispuestos a conceder victorias semánticas a Grecia, e incluso a otorgar cierta flexibilidad, pero quieren una victoria en toda regla: una prórroga del actual programa y de la mayoría de sus duras condiciones.

La idea de Atenas es solicitar una ampliación en la línea del plan diseñado por la Comisión Europea en los últimos días. Ese plan —ver despiece—, sin embargo, ni siquiera ha sido debatido en el Eurogrupo, cuyo presidente, Jeroen Dijsselbloem, ha optado por otra propuesta mucho menos amable que ha llevado a los griegos a rechazar el pacto y al Eurogrupo a plantear un ultimátum. Los socios del euro deberían discutir la propuesta el viernes. Porque el tiempo apremia: varios parlamentos nacionales —el alemán y el finlandés, entre otros— deben votar para que el acuerdo esté listo el 28 de febrero, la fecha en la que expira el rescate.

La jugada de Grecia ha llegado tras una jornada plagada de declaraciones subidas de tono, de presiones por ambos lados, de mucho teatro: al cabo, la eurozona y Grecia sabían que Atenas necesitaba el dinero; la única alternativa era romper con Europa y entrar en un escenario de ruptura muy peligroso. Grecia cede —queda por saber cuánto— y desde ahora Europa también está obligada a ceder, a dar concesiones políticas y financieras a un país que ha perdido una cuarta parte de su PIB en el último lustro y cuyo rescate no ha impedido que se disparen la deuda pública, el paro y que el Gobierno denuncie una situación de “emergencia social” en el país. Europa permitirá que Tsipras rebaje el tono de la austeridad. Aliviará el peso de la deuda. Permitirá algo de gasto social para los problemas más acuciantes. Y en función de lo que decida Alemania, dejará un guiño político a Tsipras, con el final —teórico— de la troika. Y, tras una negociación extenuante que muy probablemente dejará una sensación agridulce en Grecia, en apenas unas semanas arrancará una negociación aún más dura: la del tercer rescate.

Grecia y el Eurogrupo están ya muy cerca de un compromiso en la sustancia del programa interino, el acuerdo-puente, el pacto de deuda o como quiera que se acabe llamando la ampliación del rescate. A falta de esa negociación de corte casi filológico pero de enorme calado político, varios socios del euro pusieron ayer el énfasis en la delicada situación de liquidez de Grecia. La recuperación se ha volatilizado. La fuga de depósitos se agudiza. Y Atenas admite ya que las finanzas públicas se resienten. Ese escenario ha pesado en la decisión del Gobierno, pero el lío no ha acabado. Atenas amaga con unas elecciones anticipadas si el Eurogrupo rechaza su oferta en las próximas horas. La eurozona ha mostrado un grado de dureza que no hace posibles grandes concesiones, en especial por un liderazgo alemán que quiere evitar sorpresas por el flanco político, y con aliados como España y Portugal que temían un contagio si Syriza salía bien parada de esta batalla. Queda por ver un último acto: la profundidad de la oferta griega y los verdaderos deseos de llegar a un acuerdo esta semana para garantizar seis meses de tranquilidad, ahora que la recuperación europea empieza a asentarse y que el BCE va a irrumpir con un programa de compras de bonos a gran escala que puede marcar diferencias respecto al último lustro de crisis y otras miserias.

Guerra de documentos

Grecia aseguró el martes que estaba dispuesta a dar por bueno un borrador de conclusiones elaborado por la Comisión Europea. Ese texto no se discutió en el Eurogrupo, cuyo presidente, Jeroen Djisselbloem, puso sobre la mesa un segundo documento: Atenas rechazó suscribirlo, aunque circula incluso un tercer texto. Las diferencias son más semánticas que de otra índole, lo que hace pensar que el acuerdo no está lejos.

El Eurogrupo insiste en una ampliación del programa. Aboga por "hacer el mejor uso de la flexibilidad" si llega la ampliación, pero siempre "dentro del actual programa", como "etapa intermedia" para un nuevo rescate. El texto que el Gobierno de Grecia estaba dispuesto a aprobar apuesta por un "programa intermedio" de hasta seis meses.

El borrador del Eurogrupo insiste en que Grecia se asegurará de conseguir superávits fiscales primarios (antes del pago de intereses) "adecuados". El texto preferido por Atenas añade que se tendrán en cuenta las cambiantes circunstancias económicas.

El texto preparado por la Comisión pone énfasis en el impacto social del rescate ante la insistencia de Grecia acerca de una crisis humanitaria. El Eurogrupo es más ambiguo y se refiere a la "mejora de la justicia social".

El documento se refiere de forma nebulosa a las reformas, la lucha contra la corrupción y el fraude fiscal. El Eurogrupo reclama esfuerzos en política fiscal, privatizaciones y reforma laboral, del sistema financiero y de las pensiones.

FUENTE: El País.

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