Suecia asume mañana la presidencia de la UE con ambición de resultados

Suecia asume mañana la presidencia rotatoria de la Unión Europea (UE) con la ambición de lograr resultados en la lucha contra el cambio climático y la crisis financiera, pese a la incertidumbre que rodea a las instituciones comunitarias.

Después de un semestre caracterizado por la inestabilidad y una visible cacofonía entre las autoridades que han ejercido la presidencia europea, Suecia recibe el testigo de la República Checa decidida a impulsar la Unión en momentos muy difíciles.

El actual Gobierno sueco, formado por una coalición de cuatro partidos de centro-derecha (moderados, centristas, liberales y cristianodemócratas), se define como "proeuropeo" sin fisuras, en un país de tradición socialdemócrata en el que la mayoría de la población contempla Europa con distancia y escepticismo.

En un encuentro con un grupo de corresponsales europeos, el primer ministro, el moderado Fredrik Reinfeldt, ha valorado hoy la aportación que su país puede hacer al éxito de las dos grandes prioridades del semestre: la prevención de nuevas crisis financieras y la consecución de un acuerdo internacional post-Kioto para la reducción de las emisiones contaminantes.

En lo que atañe al restablecimiento de la confianza en el sistema financiero, Suecia, argumenta Reinfeldt, "aprendió mucho de su experiencia en los años noventa" cuando hizo frente con éxito a una seria crisis bancaria fruto de una reglamentación imprudente y del abrupto final de su propia burbuja inmobiliaria.

El ministro de Finanzas, Anders Borg, fija como objetivo llegar a un acuerdo entre los Veintisiete en la cumbre de octubre sobre el nuevo sistema de reforzamiento de la supervisión de las entidades financieras que ha propuesto la Comisión de Bruselas.

Borg recalca que "una amplísima mayoría" de Estados miembros quiere progresos rápidos, aunque no llega a afirmar que la decisión podría tomarse por mayoría cualificada como forma de sortear un eventual veto del Reino Unido.

Tanto Reinfeldt como Borg ponen énfasis en la necesidad de que los gobiernos europeos, en números rojos por las multimillonarias ayudas que han destinado al rescate de sus bancos y a estimular la economía, comiencen ya a pensar en estrategias coordinadas para sacar cuanto antes sus finanzas públicas de la penosa situación en la que se encuentran.

El hecho de que Suecia no forme parte de la Eurozona (rechazó la moneda única en un referéndum celebrado en 2003) no debería impedir, según el ministro, un activo papel de la futura presidencia en la búsqueda de consensos tanto en lo que respecta a la supervisión financiera como en torno a la mejor "estrategia de salida" para los déficit galopantes.

El primer ministro Reinfeldt ha resaltado hoy igualmente las credenciales de Suecia para abanderar la lucha contra el cambio climático.

El país está en la vanguardia del cumplimiento de los objetivos de reducción de Kioto, hace casi veinte años que introdujo una fiscalidad específica sobre el CO2, y se ha fijado -y espera alcanzar- una cuota de renovables en el consumo final de energía del 50% en 2020 frente al 20% de la UE.

"Kioto no es suficiente", repite el próximo presidente de turno de la UE, quien se muestra convencido de que Europa debe seguir mostrando liderazgo en las negociaciones internacionales que culminarán en diciembre en la Conferencia de Copenhague.

Con tan ambiciosas metas, el gobierno sueco no oculta, por otro lado, su contrariedad por tener que inaugurar su presidencia con la máquina institucional comunitaria a medio gas.

El Parlamento Europeo (PE), recién renovado, no se constituirá hasta mediados de julio, y la Comisión de Bruselas -verdadero motor de la Unión- va a vivir meses de interinidad debido a la incertidumbre en torno al Tratado de Lisboa, pendiente del referéndum irlandés.

Reinfeldt preferiría que José Manuel Durão Barroso fuera confirmado por el Parlamento en el cargo de presidente de la Comisión, para un segundo mandato, no más tarde del 15 de julio.

"Si el Parlamento no tiene otro candidato, ¿por qué esperar?", se pregunta. Dejar el voto parlamentario para octubre implica el riesgo de que la Unión vuelva a enzarzarse durante meses en disputas bizantinas sobre nombres y se olvide de las auténticas prioridades, advierte el gobernante sueco.


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