El FMI pone el foco de nuevo en Europa

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Christine Lagarde, directora gerente del FMI,, a la izquierda, con la canciller alemana Angela Merkel, en un encuentro en Berlín, en octubre de 2012. / ODD ANDERSEN (AFP)

  • El Fondo quiere que el BCE no postergue más su actuación contra la baja inflación.
  • El frenazo de las economías emergentes añade presión a los países avanzados.

Amanda Mars Washington 7 ABR 2014 - 00:02 CET


Albert Camus, Walter Whitman, Robert Frost, Rainer Maria Rilke, Aristóteles... No hay un solo discurso previo a las reuniones semestrales del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el que la directora gerente, Christine Lagarde, renuncie a echar mano de citas de grandes nombres de la cultura, de la filosofía, para explicar el ser o no ser de la economía mundial y su lánguida recuperación. Esta vez Lagarde se sirvió de Victor Hugo para concluir con un resultón “la perseverancia es el secreto de todos los triunfos” y explicar que la economía estaba ya saliendo del bache, pero que había que “perseverar juntos” para completar el viaje.

El Fondo, muy nervioso hace un año con la atonía de la economía europea, vuelve a poner el foco en el viejo continente: quiere que el Banco Central Europeo (BCE) actúe ya contra la excesivamente baja inflación, le preocupa que los países pierdan interés por impulsar las reformas económicas prometidas y sigue viendo una demanda interna muy débil. Y, por si faltaba la guinda, también la sombra de la crisis de Ucrania y los efectos en la región planean sobre las jornadas de primavera del organismo, que empiezan mañana.

El avance de los emergentes, además, ha perdido fuelle como motor de la recuperación desde hace un año, debido a la caída del precio de las materias primas y al inicio del repliegue de los estímulos de la Reserva Federal estadounidense, que está castigando la entrada de capitales.

Cuando Lagarde deja las citas célebres y opta por la cosecha propia, pronuncia frases sobre la economía como “el optimismo está en el aire: la etapa de hielo ha quedado atrás, y el horizonte es más brillante”, que dijo el pasado 15 de enero, pero los discursos del Fondo envejecen peor que las citas de Victor Hugo: aparecen nuevas sombras en la ya de por sí lenta reactivación global, como ese feo riesgo de deflación en Europa: una caída de los precios sostenida y generalizada que bloquea el consumo y la inversión.

La inflación se encuentra en la zona euro en un nivel del 0,5%, con datos de marzo, el nivel más bajo desde 2009, cuando el objetivo es del 2%, y si la situación persiste el ortodoxo BCE ya tiene asumido que tendrá que poner en marcha la máquina para empujar los precios: comprar activos y créditos baratos.

“Una flexibilización adicional de la política monetaria en la eurozona es necesaria para elevar las perspectivas y lograr el objetivo de estabilidad de precios del BCE”, dijo Lagarde el miércoles, aplicando más presión al BCE, en un discurso en el que también recordó la importancia de la unión bancaria y la próxima revisión de activos de la banca. Pero el organismo europeo, que se reunía al día siguiente para decidir sobre los tipos, evitó aprobar medida alguna, aunque el aviso de que las tomaría surtió efecto en los mercados.

Los expertos coinciden en que el riesgo de deflación en la zona euro es bajo, pero la cosa empeora si se baja la lupa a cada país. “La periferia necesita tener precios más bajos que en Alemania, así que si la inflación alemana sigue en el 1%, España sí tiene riesgo de deflación, Alemania debería tener una tasa del 2,5% para que la periferia tenga ese margen”, advierte Xavier Vives, profesor de Economía y Finanzas de la escuela de negocios IESE.

Los precios de la energía tienen mucho que ver con esta baja inflación, pero también una demanda que en Europa está lejos de recuperar el vigor. Hace un año el FMI encendía el farolillo rojo sobre Europa por la lenta velocidad de su recuperación, entonces liderada por las economías emergentes, pero ahora la expansión de EE UU está ganado peso en el crecimiento global y los europeos continúan con un avance “modesto”.

El FMI prevé un aumento del PIB para la zona euro del 1% en 2014 y del 1,4% en 2015, aunque el martes publicará sus nuevas previsiones. En global, la directora gerente avanzó la semana pasada que proyectaba “una mejora modesta” respecto a 2013, cuando el mundo en conjunto creció un 3%.

Hay un dato especialmente significativo en la ensalada de números del FMI: en los últimos cinco años, los mercados emergentes y las economías en desarrollo han representado el 75% del crecimiento global, pero el repliegue de los estímulos monetarios está reequilibrando el avance. Lo que preocupa al organismo es que la corrección sea progresiva, controlada, por eso insiste esta primavera en pedir a la Reserva Federal “cooperación” y “una comunicación clara” que evite las sacudidas de los mercados y ese optimismo que, usando las palabras de Lagarde, está en el aire quede apartado por nuevos nubarrones.

España aguarda un pronóstico mejor

Amanda Mars

El Fondo Monetario Internacional (FMI) es, al menos hasta hoy, el más pesimista con diferencia de entre los organismos oficiales con respecto a sus previsiones para España. Esa distancia es la que abona el terreno para que la institución que dirige Christine Lagarde lleve a cabo la tercera mejora consecutiva de las previsiones para el país.

El último pronóstico del Fondo, correspondiente a enero, apunta a un crecimiento del PIB del 0,6% para este año (y del 0,8% para 2015), mientras que la Comisión Europea calculó en febrero un avance del 1% (del 1,7% en 2015), la misma tasa que el Gobierno, mientras que el Banco de España lo eleva al 1,2% (también 1,7% en 2015).

El gran problema es que es tanto el volumen de empleo destruido a lo largo de estos más de cinco años de crisis, que esta velocidad de crucero se antoja muy lenta para crear puestos de trabajo. Y una losa de deuda pública cercana al 100% del PIB tampoco pone las cosas fáciles. El servicio de estudios del BBVA, por ejemplo, tiene un cálculo poco alentador: será necesario hasta 2025 para recuperar el nivel de empleo previo al desastre con una proyección de un crecimiento del PIB del 2,5% y un aumento de la productividad por ocupado del 0,6%.

También esto ha preocupado al Fondo, que fue uno de los primeros defensores en pedir más tiempo para que España ajustase sus cuentas públicas de forma que no lastrara tanto su actividad económica, sin desatender el avance en las reformas.

Un examen de Bruselas y el BCE posterior al cierre del rescate a la banca insiste en acelerar esas reformas: “Algunas medidas han sufrido retrasos, como la liberalización de los servicios profesionales, que podría ser finalmente menos ambiciosa de lo previsto”. Además, asegura que todavía hay cosas que hacer en el mercado laboral, en línea con el FMI.

Fuente: El País.

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