Bruselas rebaja las previsiones para España por el frenazo del euro

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  • El PIB crecerá el 1,7% el año próximo, cuatro décimas menos de lo previsto anteriormente y tres décimas menos que el pronóstico del Gobierno

Claudi Pérez Bruselas 4 NOV 2014 - 11:00 CET

La foto fija de la economía española luce relativamente bien si se compara con los años de plomo de la Gran Recesión, pero las promesas de recuperación robusta, raíces vigorosas y demás dosis de optimismo profesional se desvanecen. 

La economía española se desacelera en la segunda mitad de este año. Y la Comisión Europea se ha visto obligada a rebajar drásticamente sus previsiones para 2015. La reactivación sigue siendo modesta, y aún más modesta y sin apenas creación de empleo, por la pérdida de fuelle de la eurozona, lastrada por una Italia aún en recesión, una Francia estancada, una Alemania que va por el mismo camino y, en fin, con el club del euro incapaz de activar las políticas adecuadas para salir del pozo a tasas parecidas a las de otras grandes economías, como la estadounidense, que han aplicado recetas muy diferentes. España, aun así, crecerá el 1,7% en 2015, según Bruselas: cuatro décimas menos de lo que preveía la propia Comisión hace apenas cuatro meses, y tres décimas menos de lo que pronosticaba el Gobierno hace un mes.

Esa reducción es en parte por males propios, y en parte por males ajenos. Bruselas destaca “la desaceleración de la corrección del desequilibrio exterior”: España vuelve a acumular déficits comerciales, pese a las vanas promesas de salida de la crisis vía exportaciones. “Los altos niveles de deuda pública y privada implican que las presiones para seguir con el proceso de desendeudamiento continúan lastrando el crecimiento”, dice Bruselas. Y eso es así porque a pesar de la durísima devaluación interna, los mercados de exportación de las empresas españolas no tiran. Europa, en una palabra, no tira. Bruselas prevé un crecimiento del 0,8% para la eurozona este año, y un 1,1% el próximo. Hay que desconfiar de esas cifras: al cabo, hace unos pocos meses la Comisión vaticinaba crecimientos mucho mayores, del 1,2% para este año y del 1,7% para el próximo. Todos los organismos internacionales señalan a Europa como el principal quebradero de la economía mundial, básicamente por la desastrosa gestión de la política económica, que sigue recetando austeridad y reformas cuando el problema del continente es otro: la falta de demanda agregada ante el proceso de desendeudamiento emprendido, a la vez, por familias, empresas, instituciones financieras y Estados.

Hasta la Comisión reconoce ya que los problemas están ahí. “Tras un año de crecimiento moderado, la economía europea empezó a perder velocidad la pasada primavera y el crecimiento será muy modesto en la segunda mitad del año, con la eurozona casi estancada”, según las Previsiones de Otoño. Entre los mayores países, solo en España se ven cifras de crecimiento dignas de una recuperación, a pesar de los pesares: pese a la desaceleración y pese a que en el caso español hay otro dato –el paro— que emborrona cualquier atisbo de optimismo. “El desempleo sigue siendo demasiado alto”, apunta el informe. Solo si se hace literatura comparada España puede lucir palmito, pero cuidado: si la eurozona no crece, la reactivación española se resentirá. Y la eurozona no termina de despertar: “El crecimiento se detiene en Alemania tras un buen primer semestre, Francia sigue en un estancamiento prolongado, y en Italia continúa la contracción del PIB”, según Marco Buti, el economista jefe de la Comisión. Buti alude a mil y una excusas para explicar el sombrío panorama del PIB continental: “El legado de la crisis financiera”, “las presiones para el desendeudamiento”, “el bajo crecimiento potencial”, “los conflictos geopolíticos”, “las tensiones sobre la inflación”. Estados Unidos sufre los mismos males, pero una política económica distinta le permite crecer por encima del 3%, con un desempleo inferior al 6%. La eurozona crece por debajo del 1% y el paro sigue en máximos históricos, del 11,5%, y es superior al 20% en varios países.

La foto fija española hace unos meses presentaba una métrica sombría: 0-25-50-100. O lo que es lo mismo: crecimiento del PIB en el entorno del 0%, 25% de paro, 50% de caída de precio de la vivienda y 100% de deuda pública. Las previsiones de Bruselas dejan alguna que otra mejoría: esa secuencia es ahora 1-23-50-100. Crecimiento en el entorno del 1%, ligera reducción del paro –muy lenta: el 23,5% en 2015 y el 22,2% en 2016—, la misma caída de la vivienda y la deuda pública en ascenso, hasta situarse en el 101% del PIB el año que viene y en 102% en 2016. “La tendencia positiva en el desempleo se intensificará, gracias a la continua moderación salarial y a modestos incrementos de los costes laborales unitarios”, dice Bruselas.

Pero atención: “Los riesgos a la baja en las perspectivas de crecimiento no son despreciables. Y están relacionados básicamente con el sector exterior, en particular con la recuperación menor de lo esperado en la eurozona”. Eso hace más difícil todo lo demás: sin una recuperación robusta en la zona euro y sin inflación se hace más complicado absorber el exceso de deuda pública y sobre todo privada. E incluso la necesaria consolidación fiscal no va a la velocidad que debería: España cerrará 2014 con un déficit público del 5,6%, en los puestos de honor de la eurozona, y el agujero del sector público será aún del 4,6% en 2015 y del 3,9% en 2016.

En plata: España incumplirá sistemáticamente los objetivos de Bruselas de déficit público; como, con toda probabilidad, Italia y Francia y muchos más países. Y eso a pesar de que el Gobierno, como ha sido habitual en esta crisis, lo ve mucho mejor: espera un déficit del 4,2% en 2015 y del 2,8% en 2016, a juzgar por los datos incluidos en esa carta a los reyes que es el proyecto de presupuestos enviado a Bruselas hace unos días.

FUENTE: El País.

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