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Olivier Blanchard, economista jefe del FMI. / MANDEL NGAN (AFP)
- El organismo también reclama cambios al modelo de unión bancaria europea
A. MARS (ENVIADA ESPECIAL) Washington 8 ABR 2014 - 15:02 CET
Mario Draghi será uno de
los hombres más buscados estos días en Washington. La reunión de
primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) está sirviendo
para plasmar cómo está subiendo de revoluciones la diferente
sensibilidad entre este organismo y el Banco Central Europeo (BCE)
hacia ese nuevo, gran y complejísimo nuevo problema que atosiga a la
zona euro, la baja —demasiado baja— inflación y su consiguiente
riesgo de deflación. Se trata de una caída generalizada y
persistente de los precios que acaba bloqueando la economía. Los
países periféricos son los que más cerca se encuentran del peligro
de deflación y España, en concreto, es el único de ellos que se
encuentra situación de "alto riesgo", por delante de
Irlanda o Grecia, que asumen un riesgo moderado.
El informe de
perspectivas mundiales del organismo que dirige Christine Lagarde
dispara las alarmas sobre este fenómeno, al que ven un 20% de
posibilidades, y urge a actuar a un BCE que lleva meses explorando
los límites antes de dar a la tecla.
“Dado el débil y frágil crecimiento y la inflación muy baja, son necesarios más estímulos monetarios para alcanzar los objetivos de inflación del BCE, por debajo pero cerca del 2%”, apunta el informe, que plantea posibilidades como nuevas rebajas de los tipos de interés (ya en un suelo histórico del 0,25%), tasas negativas de depósitos (que resten atractivo al ahorro y favorezcan el crédito) y operaciones refinanciación de largo plazo para las pymes, entre otras. "El BCE está estudiándolas y esperamos que las ponga en marcha tan pronto como sea posible técnicamente. Cuanto antes lo hagan, mejor", ha subrayado en rueda de prensa Olivier Blanchard, economista jefe de la institución.
“Dado el débil y frágil crecimiento y la inflación muy baja, son necesarios más estímulos monetarios para alcanzar los objetivos de inflación del BCE, por debajo pero cerca del 2%”, apunta el informe, que plantea posibilidades como nuevas rebajas de los tipos de interés (ya en un suelo histórico del 0,25%), tasas negativas de depósitos (que resten atractivo al ahorro y favorezcan el crédito) y operaciones refinanciación de largo plazo para las pymes, entre otras. "El BCE está estudiándolas y esperamos que las ponga en marcha tan pronto como sea posible técnicamente. Cuanto antes lo hagan, mejor", ha subrayado en rueda de prensa Olivier Blanchard, economista jefe de la institución.
El mensaje reaviva una
vieja batalla entre un lado y el otro del Atlántico. Las alertas
lanzadas en las últimas semanas por el FMI, a través de Lagarde o
de sus técnicos, abonan la teoría de Olivier Blanchard, el
economista jefe del Fondo, de que el objetivo de inflación del BCE
debería ser superior a ese “cerca pero por debajo del 2%”. La
idea expresada en 2010 llevó al organismo europeo a salir en tromba:
Axel Weber, miembro del consejo del gobierno y presidente del
Bundesbank alemán, tachó la propuesta de "negligente y
prejudicial". Otro consejero, Lorenzo Bini Smaghi, advirtió de
que subir esas metas de inflación era “como decir que el mayor
problema de la política monetaria reciente fue que Greenspan no fue
lo suficientemente enérgico en evitar las consecuencias negativas
del estallido de la burbuja en vez de la política equivocada que
sirvió para hincharla. Errare humanum est, perseverare diabolicum
(errar es humano, pero perseverar es diabólico)".
Aunque desde entonces el
panorama ha cambiado, la inflación ha estado menguando desde 2011,
la previsión es que se mantenga en bajos niveles al menos hasta 2016
y algunos países, como España o Grecia, los más castigados por la
crisis y los recortes, se acercan cada vez más a esa temida
deflación. El esfuerzo de la devaluación interna pierde fuelle si
los países vecinos y competidores también moderan sus precios. Por
eso el sur europeo clama por las medidas.
Menos inflación
Además, es posible que
las ya de por sí bajas expectativas de inflación se reduzcan, según
advierte ahora el Fondo, y esto “llevaría a unos tipos de interés
reales más altos, a un agravamiento del peso de la deuda y a un
crecimiento menor”, apuntó. El informe menciona unos de los
grandes problemas de España cuando señala que “en los países que
necesitan aumentar la competitividad y donde los precios y los
salarios deben bajar más con relación otros países de la eurozona,
esto significaría una mayor deflación e incluso efectos adversos
peores en el crecimiento”.
La deflación es venenosa
para la economía porque la expectativa de que los costes bajarán
frena muchas decisiones de compra —sobre todo en los viene
duraderos aplazables— y la expectativa de devaluación de los
activos desincentiva la inversión de las empresas. Esta tendencia se
retroalimenta a sí misma, lastrado aún más los precios, y acaba
por petrificar la economía.
Pero hay más
consecuencias. Aunque los precios bajan, los salarios en términos
nominales es muy complicado que se reduzcan, lo que lastra los
márgenes de las empresas. Y eso se une a que el peso de las deudas
crece en términos reales, lo que con unos salarios congelados o unos
ingresos empresariales a la baja complica su pago. Además, los
activos a los que están vinculados los préstamos han perdido valor.
Un panorama que, en definitiva, puede devolver a una economía como
la española a una reciente y terrible pesadilla.
Draghi aseguró tras la
última reunión del BCE para decidir sobre política monetaria que
el organismo adoptaría “por unanimidad” las medidas necesarias
si la tendencia no se corregía, lo que tranquilizó a los mercados.
La cuestión es si las palabras del presidente del BCE lograrán
mantener su efecto placebo durante mucho tiempo. El FMI ha mostrado
claramente que no ve oportuna más espetera para actuar a pesar de
que valora la mejora de la demanda interna y ha elevado una décima
la previsión de crecimiento de la zona euro tanto para 2014 como
para 2015, hasta un 1,2% y un 1,5%, respectivamente.
Unión bancaria
Pero el Fondo tiene más
quejas para Europa, el proceso de unión bancaria que busca
desvincular los riesgos de los países de sus bancos le parece
insuficiente. “Es crítica contar con una unión bancaria más
completa para reducir la fragmentación bancaria y debilitar los
vínculos entre los riesgos soberanos y los bancos”, señala el
informe.
El tipo de proceso de resolución de entidades con problemas que se decidió en la cumbre del 20 de febrero “resulta complejo y puede no proveer de soluciones a tiempo, sobre todo si está previsto el apoyo de un Fondo único de resolución”. En esta línea, el FMI reclama una transición más rápida para el periodo de mutualización de los riesgos y del fondo común para que este Plan B que la zona euro para inventado para salvar su unión monetaria salga bien.
Fuente: El País.
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